I.
Estoy cada vez más
asustada de conectarme conmigo.
En verdad, debería ser
feliz. Estoy evolucionando, cambiando la piel como la serpiente que siempre he
sido. Como me ha enseñado Camilo, que eso ocurra implica necesariamente dejar otras
cosas atrás, y así ha sido.
Honestamente, ya no
quiero más ver a Felipe. Me presiona demasiado su presencia. Sé que no él, él
es bueno. Pero que esté ahí, en otro mundo, viviendo lo que yo no quiero y
tratando de ser amiga de él aún, es terriblemente sofocante.
Por otra parte, Felipe
sólo está ahí. En realidad, siento que no se interesa más por lo que yo hago, y
que, además, él no hace muchas más cosas. Resultado: no hay de qué hablar.
Felipe es un amigo incondicional, pero por pasividad.
Es cierto que hoy en
día tengo a Bruna. Es cierto también qué no sé qué hacer con ella, pero ahí
está, abre mis puertas. Ya tengo lo que antes no tenía: la imagen de tener amistades
femeninas; es decir, la gente podrá creer, por lo que ve, que soy una persona
completamente normal y no tendrán prejuicios al acercarse a mí.
Bruna sabe que yo no sé
relacionarme con las mujeres, sabe que no tengo amigos, sabe que soy una
persona solitaria y conflictiva, y aún está aquí, también tiene otras amigas y
sigue aquí. Supongo que es más de lo que esperaba. Las cosas irán -y van- de a poco.
La universidad es la
universidad. Es mi soledad y mi
compañía. En estos últimos años es incluso mi autoestima. Es mi economía, mi
progresiva emancipación (libertad), mi carga psicológica, mi casa y mi hoguera.
Es la primera vez que estoy haciendo algo por mí misma y para mí misma.
A continuación –en cuanto
pueda tomar ramos- comenzaré a asistir al psicólogo. Es la tercera vez que seré
medicada: a pesar de que he intentado matarme dos veces (13 y 18 años), la
primera vez que comencé a tomar psicotrópicos fue a los 16 años, a raíz de
crisis de pánico y desmayos en exceso recurrentes. Nunca las tomé debidamente,
sino que, al contrario, en un momento de cansancio extremo, de agotamiento del
alma y del cuerpo, me tomé los diez bromazepam que tenía a mi alcance y logré
muy satisfactoriamente mi cometido de dormir por todo el fin de semana sin
parar.
La segunda vez fue el
año pasado, 20 años. Terminar con Justin es algo que jamás superaré, ahora estoy
segura de ello, pero en ese momento pensé que podría sobreponerme y volver a
enamorarme. Esto desembocó, obviamente, en un desastre en el que incluí a tres
personas hacia el abismo. Intenté terminar con Gustavo para volver con Justin,
pero lamentablemente Gustavo estaba demasiado enamorado ya (dice él), y yo con
tanto sufrimiento ajeno no puedo cargar. No pude terminar, hice sufrir a
Justin, Gustavo y a mí sólo para volver a un status quo donde todos quedan en
la posición correcta excepto yo. Me recetaron clonazepam y sertralina, que en
realidad sólo empeoró más las cosas.
Cuando pueda tomar
ramos volveré a visitar al psiquiatra, derivada por Camilo a causa de “reiteradas
crisis de ansiedad”… Realmente quiero que las cosas vayan bien esta vez.
II.
Existe una serie de
cosas que nunca superaré, como dije, estoy segura de ello. Para poder seguir
adelante sin volver a tener un fallado intento de suicidio (porque como ya lo
intenté dos veces sin resultado estoy socialmente incapacitada para lograrlo en
adelante. Sabrán que la gente cree firmemente en que si uno intenta matarse y no lo logra es porque
realmente uno no lo quiere, y se da por entendido que es sólo para llamar la atención,
y que además, no lo logrará nunca. Quien realmente quiere matarse se mata
simplemente), porque de verdad es un cacho todo lo que viene después de haber
fallado, toda la pena que siente la gente por ti, las rabias antojadizas, los “ciudaditos”,
etc.
En fin, para no volver
a caer en esta incomodísima situación, lo que hago es bloquear esos sucesos, no
pensar en ellos, cuando vienen a mi cabeza
mantenerlos en los límites, como quien mantiene a raya a un tipo desagradable
tratando de coquetearte. Sólo lo bloqueo.
Estas cosas
insuperables y dolorosas son: la muerte del tío Ricardo, la muerte de mi
abuelo, la pérdida de mi pulsera antigua y la muerte de mis peces. Estas cosas
reciben la condición de insuperables porque traspasan razones valóricas,
filosóficas y emotivas (no sólo emotivas, se entiende).
Ahora comprendo que
quizás lo que debería hacer con el término de mi relación con el Justin es seguramente
lo mismo: bloquearlo.
Nunca tendré alguien
con quien hablar estas cosas, y ese es mi mayor dolor, nunca existirá alguien
que pueda comprenderme porque nadie siente esto como yo. En estas épocas en las
que todos los grupos sociales buscan hacerse más fuertes: las mujeres buscan
ser vistas tan fuertes como los hombres, por ejemplo, y en general las minorías
buscan ser vistas tan fuertes como los hombres; no existe quien acepte la
fragilidad humana, no existe quien acepte a un ser humano que llore a mares
porque no entiende cómo quienes son más bellos para la humanidad pueden morir
tan jóvenes y/o solos, por ejemplo. Esta hipersensibilidad no es válida en esta
sociedad y para peor, nadie se atreve a mencionarlo. Ahora divago incluso
pensando que tal vez ni siquiera exista y yo pudiera ser la única que sufre con
estas cosas…
Ese es mi mayor dolor:
que todos estos terribles acontecimientos en mi vida, que pueden parecer tan
vacíos desde afuera (nunca me relacioné realmente con el tío Ricardo, nunca fui
muy cercana a mis abuelos, etc.), no puedan ser expulsados de mi adentro porque
no hay quién escuche. No hay quién respete, no hay quién comprenda, y por sobre
todo, no hay quién crea que estos sentimientos son reales e increíblemente
dolorosos.
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